15/1/18

En Calcuta, te enseñan... te acercan a Dios

ESCAPARATE de la Revista Súper Gesto: PALOMA NIÑO TARAVILLA, presentadora del programa “La Hora feliz” de Radio María.

“En Calcuta te enseñan, te ayudan, te acercan a Dios y ahora todo eso hay que llevarlo a la vida”.


Paloma Niño Taravilla además de periodista de Radio María, es presentadora de un programa de infantil de gran audiencia en esta emisora, La Hora Feliz. Un espacio con niños y para niños en el que tienen cabida las entrevistas, los concursos, las noticias de actualidad y, por supuesto, la información y animación misionera.  Paloma admira profundamente a los misioneros. Ella misma acaba de vivir recientemente una experiencia de misión en Calcuta (India), con las Misioneras de la Caridad de Madre Teresa. Una experiencia que le ha resultado increíble, según cuenta en esta entrevista, que le ha marcado y marcha hoy su día a día.

Paloma, ¿Qué nos puedes contar de ti a partir de esta breve presentación?

La verdad es que tengo un sentimiento de extrañeza porque no suelo hablar mucho sobre mí, ni creo ser nadie especialmente interesante. Lo que sí es cierto es que todos, en nuestras sencillas historias, tenemos algo que podemos ofrecer a los demás y si esa es mi oportunidad pues así lo haremos. Soy una joven que piensA que siempre hay que dejarse llevar por el entusiasmo, ponerse ilusiones y luchar por conseguirlas. Me gusta sonreír, ver el lado bueno de las cosas y de las personas, hacer que el que está a mi lado se sienta bien y vivir la vida con sentido. Como todos, tropiezo mil veces en la misma piedra, hago el mal que no quiero y no hago todo el bien que desearía. Todo, desde una profunda conciencia de mi pobreza, que me hace no mirar a nadie por encima del hombro.

Sabemos que te gustan muchos los niños, por eso eres presentadora de un programa de niños dedicado a ellos.

Los niños son muy especiales para mí. Siempre me he sentido atraída por ellos, lo que me llevó a estudiar la carrera de Magisterio. Lo hice en la especialidad de Educación Física, ya que el deporte me ha acompañado toda mi vida, hasta el punto de que así me recuerdan en el barrio de Cuenca en el que me crié, con un balón en los pies… Me es tremendamente fácil tratar con los niños, soy una más entre ellos, les entiendo y creo ser capaz de quererles y de que se sientan queridos, lo que abre todas las puertas para la educación. En mi camino de formación descubrí mi pasión por la comunicación, también en su vertiente evangelizadora, y estudié la carrera de Comunicación Audiovisual. Ahora en Radio María realizo distintas tareas, pero el programa de “La hora feliz” es algo muy especial. Me acompañan varios niños que lo preparan conmigo y nos lo pasamos fenomenal en directo, mientras aprendemos un montón de cosas y conocemos personas muy buenas que nos enseñan mucho. Entre estas personas, hemos tenido en el programa varios misioneros.

¿Cómo es La hora feliz…?

Se trata de un magazine con diferentes secciones, hecho por niños y dirigido a ellos. Intentamos, por este motivo, que sea lo más divertido posible. Siempre empezamos con una entrevista, que marca el tema que vertebra el programa. Tratamos de que sea uno de los niños a un adulto: profesores, especialistas que nos ayudan a orientar el tiempo libre, monitores encargados de campamentos y actividades de ocio, padres o madres de familia, misioneros, deportistas, etc. Siempre, si se puede, unida a algún tema de actualidad. Tenemos también un tiempo de tertulia en el que los niños comentan el tema tratado y profundizan en él con cuentos, historias de vidas ejemplares, etc. El tiempo restante lo dedicamos al entretenimiento: deporte, naturaleza, recursos para los niños en internet y en las redes sociales (en las que intentamos formarles para que sepan gestionarlas), vídeos y canciones, recetas de cocina, manualidades, etc. Cada niño prepara con ilusión su sección y luego intenta contarlo de la mejor manera para que los oyentes queden contentos. Ocasionalmente hacemos concursos en los que participan los oyentes, bien en directo o a través de las redes sociales del programa. Y nos gusta abrir los teléfonos al final del programa para que los niños que nos escuchan puedan darnos sus opiniones o contarnos sus cosas. Si hay algo que caracteriza el programa, es que está abierto a todos.

El espacio se emite de lunes a viernes a las 18 h ¿no es así?

Pero yo me encargo sólo del viernes, junto con el mejor grupo de niños que existe y que cada vez es más grande: Alicia, Pedro, Nuria, Mariana, Elena, Marcos, Martha, Jorge, Diego, Rubén, Esther, Mercedes, Itziar, Patricia, Miguel, Lidia y Adriana. Nos encanta poder tener presentes a otros niños que no tienen tantas oportunidades como los que están en el estudio, para que los de aquí sepan hacerse solidarios y misioneros: hemos traído las historias de niños abandonados en Perú y recogidos por una Comunidad a los que hemos mandado nuestros mensajes o niños de Siria e Irak a los que enviamos en Navidad miles de felicitaciones de niños españoles que recogimos durante el mes de noviembre en la emisora, y con los que mantenemos contacto. También viajamos de vez en cuando: la salida más reciente fue la grabación que realizamos en Badajoz el pasado mes de mayo o nuestras visitas, cada Navidad, al Belén viviente de la Parroquia del Carmen de Los Negrales. Y nos hace mucha ilusión que cuenten con nosotros para otras cosas, como cuando fuimos los encargados del pregón en el envío del Sembradores de estrellas, una iniciativa en la que los niños salen a las calles a felicitar la Navidad a los que pasan, en nombre de los misioneros. ¡Nos hizo mucha ilusión!

Paloma ¿Te consideras misionera?

Las misiones me encantan, siempre me han interesado. Los misioneros me parecen de las personas que más se pueden admirar en este mundo. Dejan una vida cómoda, la cercanía de sus familias y amigos, su trabajo, etc. Y lo cambian por irse hasta los lugares más recónditos, más pobres, a decirles a todos que Dios los ama. Luego, cuando los conoces, son las personas más felices del mundo. Te enseñan con una imagen la verdad que encierra la frase de Jesús: “hay más alegría en dar que en recibir”. Al lado de estas grandes personas, lo de sentirme yo misionera me queda enorme... He tenido algunas pequeñas experiencias de misión y he procurado serlo con mi vida, aunque no siempre lo haya conseguido.


Nos hemos enterado que has estado en Calcuta…


Tuve la oportunidad de viajar a Calcuta y conocer de cerca la obra de Madre Teresa. En mi corazón, guardaba desde hace muchos años el deseo de viajar a alguna zona de misión, pero por motivos de estudios y trabajo, y por mis tareas de monitora de campamentos en verano, nunca había sacado los días necesarios. Yo pensaba más en África o Hispanoamérica… Calcuta siempre había llamado mi atención pero nunca me había planteado viajar allí. Este año me enteré por medio de Pedro Jara, que dio su testimonio en el programa Hay mucha gente buena de Radio María, que se organizaba una peregrinación en el mes de agosto. Él mismo iba en cabeza y llevaba muchos años organizando estos viajes, desde que Calcuta había cambiado su vida. Los días eran justo los que yo tenía de vacaciones y eran unas fechas posibles, ¡Tachán! En ese mismo momento supe que iría, algo se encendió dentro de mí y lo tuve claro.

Mucha gente teme salir para un verano misión, ¿qué nos podrías decir tú?

La experiencia ha sido increíble. Una vez de vuelta en España todo me parecía un sueño… Las impresiones de esos días son duras y te marcan mucho, tanto que llegué a pensar que estaba teniendo algo así como un shock emocional, al tener que procesar todo lo que habíamos vivido y encontrarme ya de vuelta aquí en España donde tenemos todas las facilidades del mundo y vivimos bien. Son dos mundos totalmente diferentes, un contraste muy grande y unas emociones tan fuertes, que no da tiempo a gestionarlas tan rápido. Una de las cosas que recordábamos pocos días antes del volver es que nos llevábamos Calcuta a España o que en España, cada uno tenemos nuestra Calcuta. La verdad es que esta experiencia hay que ir incluyéndola en el día a día y hacerla vida poco a poco. Sin embargo, a pesar de ser así de impresionante, sentí mucho tener que volver tan pronto. Fui con la idea de que era una experiencia de una vez en la vida y que así había de aprovecharla, pero según pasaron los primeros días empecé a pensar que debería volver allí… Y no hace falta decir que dejé aquella tierra con lágrimas en los ojos.

¿Con qué te quedas?

En medio de todo ese caos, dos cosas me llamaron la atención: la amabilidad y la sonrisa de sus habitantes y los oasis que son las casas de las misioneras de la caridad. Dentro de cualquiera de esas casas, podías hasta olvidarte de donde estabas. Las hermanas atienden a enfermos, moribundos, niños deficientes y abandonados, etc. Personas que han pasado muchos sufrimientos físicos y morales y que encuentran allí el descanso y el consuelo. Admiro profundamente a cada una de estas hermanas que entregan día a día sus vidas en una vida de mucho sacrificio. Siempre he admirado a Madre Teresa, pero en Calcuta mi admiración ha subido de grado. Es una mujer que irradia una fuerza que todavía puede sentirse en la ciudad. Estoy impresionada por su labor, conocimos cada rincón que tuvo algo que ver con su historia y visitamos, entre otras cosas, una leprosería que hizo a las afueras de la ciudad, donde podían vivir estos dejados por la sociedad, con una vida digna y ganándose su propio sustento. Conocí allí a una mujer que me aseguró que a ella la había recogido Madre Teresa en la calle…

¿Qué hiciste tú?

Entre todos los trabajos, mi principal tarea fue ayudar en una de las casas fundadas por Madre Teresa en Calcuta, en la casa llamada "Daya Dan", que fue también mi casa en esos días y en la que he dejado una parte de mi corazón. En ella viven y son cuidados y queridos, niños que han sido abandonados, la mayoría de ellos con alguna deficiencia física o intelectual. Niños que siempre están dispuestos a regalarte la mejor de sus sonrisas y que agradecen lo que haces por ellos con una mirada que es bueno guardar en la memoria y recordarla ahora con frecuencia. Niños que son todo cariño, ternura y bondad. El día está organizado para que los niños tengan tiempo para las clases, el juego, la comida, la oración, el descanso… Y ahí es donde encontramos nuestra tarea los voluntarios. En pocos días, a pesar de las deficiencias físicas e intelectuales, y a pesar de que la mayoría de estos niños no hablan y sólo te entienden si les hablas en algo de bengalí con un inglés muy sencillo, a mí me parecía entenderlos a la perfección y empezaba a estar con ellos como si fueran niños sin ningún tipo de problemas. Agradezco a Dios que estos niños estén allí refugiados, de haberse quedado en la calle ya habrían muerto. Los recuerdo muchísimo. En concreto, mis clases iban dirigidas a uno de ellos, Mohit. Los dos lloramos al despedirnos. Ni qué decir que mis mayores alegrías fueron cuando él era capaz de dar palmas o golpear la mesa al ritmo de la canción que yo le cantaba, o cuando empezaba a ver que me entendía, que obedecía a lo que le pedía. Era feliz con muy poco, le encantaban los dulces y jugar con las hojas. Me agradecía todo con sus bromas y sus risas espontáneas que no olvido.

Has vivido en uno de esos lugares de periferia, de los cuales habla el Papa Francisco ¿Qué has aprendido de ello?

Así es, y es otra cosa que me traigo de allí: la alegría y la entrega de los habitantes de Calcuta. Noté el contraste ya en el aeropuerto, al llegar a España, donde los trabajadores o viajeros que estaban por allí no sonreían, ni mucho menos te hablaban… En Calcuta todos tenían una mirada cariñosa o una sonrisa, algún “hello, how are you?” o el gesto típico de saludo inclinando la cabeza. Hasta los más pobres tenían algo que darte. Recuerdo ahora a una de las familias que vivían en la calle, en un espacio con nada más que un toldo en el que se tenían que resguardar unos 4 adultos y 3 niños. Sólo con haberles prestado atención, todos los días tenían algo para nosotros. Me regalaron un paquete de bindis (el punto rojo que llevan las mujeres hindúes en la frente) y en una ocasión en que les encontramos en la hora de la comida con dos platos de arroz para todos, nos quisieron invitar a comer. Nos enseñan a vivir con mucho menos de lo que aquí se cree imprescindible, la alegría de compartir y la capacidad de entrega.  Ha sido una gracia poder estar allí, donde me habían dicho que es “el infierno en la tierra”, y experimentar que Dios está vivo en cada niño y en cada enfermo, y también en cada hermana y en cada voluntario que dejan allí su tiempo y sus vidas. Así lo veía Madre Teresa, los que sufren en sus casas son Cristo y “lo que hagáis a uno de ellos, a mí me lo hacéis”.
¿Algo más te gustaría comentar?

Que me ha impresionado mucho volver a revivir algunas cosas al contarlo, sintiéndome a la vez muy limitada para contar lo que sólo se puede conocer allí… Me siento emocionada ahora al recordar a uno de los niños rezando por la mañana: Jesus, I love you o al pensar en Bernard, el niño sonrisa… Todo él, tan delgadito y retorcido, siempre en su silla, y que nunca le falta una amplia y sincera sonrisa que te ofrece generosamente mientras te mira con un cariño increíble. Realmente conoces ángeles en la tierra, estos niños lo son. Una vez de vuelta a España, no es difícil encontrar también a muchas personas que sufren. Calcuta también está aquí, aunque de otra manera. Yo sigo procesando todo lo vivido y tratando de traducirlo en el día a día, cumpliendo con mis obligaciones, estableciendo prioridades y ayudando a quien se ponga en mi camino. Y, sobre todo intentando que la experiencia no caiga en saco roto. En Calcuta te enseñan, te ayudan, te acercan a Dios y ahora todo eso hay que llevarlo a la vida.

Rolando Ruiz / Revista Super Gesto, Nº 133 – Enero – Febrero 2018, páginas 10-13

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