11/9/17

El camino... Ceuta

¡BOZA!  ¡BOZA! Un ruido extraño nos despertó de madrugada. Imaginábamos que eran gritos de los jóvenes de la calle.
Por la mañana, nos enteramos de que el sonido dudoso que nos despertó, era  la alegría de los chicos inmigrantes que pudieron pasar la valla de Ceuta. Ya sabíamos la tragedia que sucede aquí aunque sea vagamente ¿Qué tal estarán ellos? ¿Les habrán  hecho daño? ¿Cuántos chicos habrán llegado? ¿Habría mujeres y niños en el grupo?  Luego nos enteramos del significado del grito, “BOZA BOZA”. Es la ¡¡¡ libertad!!!! Con lo cual, cuando pisan  la tierra de Ceuta, empiezan a gritar con alegría, emoción e ilusión.

Nosotras llevamos 6 años haciendo con jóvenes un Campo de trabajo en Ceuta. Lo realizamos con los misioneros javerianos. Es verdad que muchas instituciones han empezado a tener interés por los inmigrantes a medida que va aumentando el número de los que llegan.  Es una llamada para el mundo actual y para la Iglesia actual.  Nos dimos cuenta de que a través de este encuentro, entre los chicos españoles y los inmigrantes que han abandonado su país, todos podían redescubrir  mutuamente muchos valores: respeto y acogida,  justicia e igualdad.  Este encuentro  también ayuda a encontrarse profundamente consigo mismo.  Conocerse mejor y valorarse más. Nuestro mayor deseo era el que después pudieran seguir cultivando un encuentro más íntimo con Dios.
Éramos quince, trece jóvenes que venían de todas partes de España, dos javeriano y yo, Helena Oh, fmm. Entre trece jóvenes había un seminarista de Alcalá de Henares. Nos acoge el Centro de San Antonio. Pertenece a la diócesis de Ceuta y Cádiz. Cuando estábamos allí, el día 4 de agosto, celebramos el undécimo aniversario del centro.  Lo hicimos familiarmente con los chicos y transmitimos la gratitud y el ánimo a Maite responsable de mismo.
Teníamos tres actividades por la mañana: informática, clase de español y manualidades. Los chicos tenían bastante interés aunque no vienen todos los días fielmente. Al principio teníamos un plan nuestro, intentamos cumplirlo y  se lo insistimos a los chicos. Pero poco a poco nos hacía repensar ¿cuál es lo mejor para los chicos?  No fuimos a cumplir nuestro plan, sino a estar y compartir con ellos, por supuesto conocer la realidad de Ceuta de hoy en día.
Cuando los chicos llegan a Ceuta, les mandan al CETI (Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes) los menores van a otro centro. Les ponen el número a cada uno y les hacen una revisión de la salud. Por orden del número, cuando tengan espacio en la península les traen. Nadie sabe cuándo pueden venir. Mientras estuvimos no salió ninguno porque hubo varios saltos a la  valla y esto tensa mucho la situación. Los chicos que no piensan más que en venir tenían que seguir esperando.
Yo Participé por primera vez en este campo de trabajo. Tenía muchas ganas pero no había llegado la oportunidad. Antes de ir preparé muchas cosas de manualidades para hacer con ellos sobre todo tenía la intención de ayudarles y enseñarles. Pero menos mal que se rompió todo mi plan con el primer encuentro con ellos. Es verdad que el objetivo no era hacer cosas, sino estar con ellos. Escucharlos y compartir naturalmente con ellos. Darnos cuenta de que nuestra conversación sincera lleva al entendimiento, comprensión y hasta la amistad. Como cada uno de nosotros tienen su historia propia, ellos también. El valor de la historia no se puede comparar. Así cada una es única y ¡tan bonita! pero tiene que pasar por diferentes puertas depende del lugar donde nacen. Ellos nacen con gran desigualdad y les imponen gran peso por nacer en África o ser de color. Creo que nosotros no  podemos llegar a comprender completamente lo que ellos sienten.  Al escucharlo directamente de su boca estaba llorando por dentro, hablando  conmigo misma para que mis lágrimas no sea solo eso, sino que sean un compromiso de mi misma.
Con dos semanas, fue suficiente para ser como de la familia, hermanos y amigos. Abrazos y besos eran nuestros saludos. Cuando nos encontramos de repente en la calle, era una gran alegría inesperada. Cuando Iba terminando este encuentro, nos venía alguna idea tonta. Queríamos parar el tiempo. Este deseo de estar más tiempo con ellos no era solo tener compasión de ellos. Nos sentíamos más alcanzados y responsables de esta situación.
Cada día teníamos  tiempo de compartir la oración en el grupo. Nos preguntábamos muchas veces por ellos y era para nosotros un desafío. Por supuesto, a través de todo esto iban entrando cada vez más en el fondo de cada uno y creciendo la amistad y la confianza entre nosotros. Cogimos tiempo para compartir cada uno algo de  su vida y su itinerario de fe, luego lo llevábamos a la misa y la oración. Esto nos hacía unirnos más.
Un día antes de terminar tuvimos una fiesta de despedida, durante la fiesta me acordé de un chico inmigrante que nos preguntó el primer día con un poco de enfado. “¿Porque venís y después de poco os marcháis? ¿Por qué nosotros tenemos que quedarnos aquí?  Creo que no fue una queja de que nos marchásemos, sino una expresión del problema de estructura injusta que existen en el mundo. Esto, nos dolió mucho. Tan joven y ya había empezado a conocer la realidad.  Nosotros podemos ir y venir fácilmente. Ellos que lo desean tanto, no  pueden.

Pero en aquel momento, estábamos juntos, jugando, bailando con la música española y cantando cantos de ellos, bailamos, soñamos  que podíamos hacer  algo, aunque sea un movimiento pequeño. Por lo menos estábamos seguros de que  podíamos acogernos y abrazarnos a pesar de que somos muy distintos.
Como había  soñado, tuve muchos encuentros en Ceuta. Sobre todo el encuentro con Dios que estaba en cada momento y en cada persona.
Otra vez, estoy en mi vida cotidiana, me vienen los rostros de los chicos y escucho  sus deseos. También como BOZA! BOZA! salen sus gritos tan ardientes e ilusionados desde mi interior y los escucho y me animan  como una llamada de Dios.  Respondo desde aquí donde estoy ahora…
Helena Oh Yun Jeong – franciscana misionera de María







0 comentarios :

Publicar un comentario