5/8/17

Mirar con los ojos de Dios... Ceuta

MIRAR CON LOS OJOS DE DIOS

El Campo de Trabajo de Ceuta, es sin ninguna duda, un lugar de encuentro bellísimo con los inmigrantes y con otras culturas. Sin embargo, para mí esta experiencia carece de sentido si no es por Dios (parecido a lo que diría San Pablo a los corintios). Miraras donde miraras, allí estaba, haciéndose presente.

Lo primero de todo: nuestro responsable dejó claro desde el principio que esto no era "voluntariado", sino una actividad misionera. Además, Él nos introdujo en una emocionante dinámica en la que, a diferencia de cualquier actividad a la que vayas, no cuentas con una agenda o programación de tu día a día. Así vivimos cada día como un regalo, aguardando lo que la Providencia (a través de Rolando) nos tenga preparado: igual que en la vida misma. Esto nos hizo más receptivos a sorber cada momento, a apreciar cada encuentro con los chicos o nuestros compañeros.

En segundo lugar, ha resultado muy fácil ver a Dios presente en cada persona. Empezando por los inmigrantes, Dios nos mostró cómo somos todos hermanos, hijos del mismo Padre. ¡Si es que éramos iguales! Compartimos gustos, metas, actitudes... ¿Que mi hermano quiere ser "YouTuber"? Pues Romual tiene ya ciento y pico suscriptores. ¿Que mi amigo quiere ser futbolista profesional? Es también el sueño de Amadou. ¿Y si en los talleres se aburren y sacan el móvil? Pues quién les va a culpar, en mi universidad lo saca casi todo el mundo (me incluyo). Lo único que nos diferencia es que nosotros hemos tenido más oportunidades por nacer en otro sitio. 
¿Es injusto estar condicionado por tu lugar de nacimiento, que ni siquiera es elección propia? ¿Cómo permite Dios estas injusticias? Se me ocurren dos contestaciones: la primera, que las desigualdades las hacemos como siempre los hombres, y la segunda, que Dios tiene otro criterio. Todo lo material es secundario, pero lo importante Dios siempre nos lo da: una familia, capacidad de amar... algo por lo que merece la pena vivir. Y es que Dios nos ama a todos por igual.
Choca darse cuenta de ello, y ninguno de los que hemos ido hemos vuelto igual. Ahora valoramos otras cosas.

También Dios se reconocía muy fácilmente en Maite y Salva, un ejemplo para mí de matrimonio cristiano con una fe viva, sobre la cual construyen su proyecto de vida ayudando al hermano. Y por supuesto en mis compañeros y su camino de fe, en cómo Dios vive en ellos colmando a cada cual de valentía, sencillez, compromiso...

Un compañero me dijo: "yo también quiero vivir una experiencia tan fuerte de Dios. ¿Cómo lo hago?" Ya lo he dicho antes, y es la principal lección que me llevo del campo: mirando con los ojos de Dios. No busques que se te aparezca y te grite, porque ese no es su estilo. Él siempre está presente, sólo hay que saber cómo mirar.


Francisco Javier Gómez-Matinho González – Madrid 

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