19/11/15

Almudena nos habla de Ceuta y Marruecos

Escaparate dice: Almudena Sánchez ha estado este verano en Ceuta y Marruecos (Entrevista de la Revista Súper Gesto)
Almudena Sánchez Sánchez, es una joven enfermera de Madrid (tiene 23 años), que vive, alimenta y hace crecer su fe en la parroquia San Miguel Arcángel  de Carabanchel. Esta parroquia tiene varias actividades con jóvenes, entre ellas la Comunidad Oracional, rezan laúdes todos los días. Los jóvenes están comprometidos también con la catequesis y el apoyo escolar para hijos de inmigrantes. Dentro de sus actividades de evangelización viven el Anuncio en el verano y algunos fines de semana que salen a la calle y hablan de Dios -u ofrecen una oración- a los chicos que se encuentran. Por supuesto, no pueden olvidar la dimensión de la Misión Ad Gentes, es decir el anuncio de Cristo a aquéllos que aún no le conocen fuera de España.  De aquí que Almudena se haya trasladado este Verano a Ceuta y Marruecos. Almudena lleva 4 años consecutivos viviendo un Campo de Trabajo de inmigrantes en Ceuta, acompañada por las Franciscanas Misioneras de María y los Misioneros Javerianos. Este verano ha pasado a formar parte del equipo de organización del Campo y además ha vivido una preciosa experiencia en Marruecos: una semana en Tattiouine, en las montañas del Alto Atlas con los niños bereberes y una semana en el Monasterio de Notre Dame de l’Atlas en Midelt, con los hermanos cistercienses. Ahí ha conocido a Jean-Pierre Schumacher, el superviviente de la película “de dioses y hombres”, sobre de los monjes de Tibhirine.
¿Qué tal te ha ido este verano?
Este verano ha sido el cuarto año que he participado de la experiencia del Campo de trabajo con inmigrantes de Ceuta, tengo que decir que al principio me surgieron muchas dudas sobre si ir o no: ¿no estaría corriendo el riesgo de agotar y quemar la experiencia? , ¿De verdad era lo mejor para mí?.... La otra experiencia, la de Marruecos me asustaba un poco. ¡Era algo completamente nuevo! A esto se añadía que las peregrinaciones que se iban a hacer en mi parroquia y que coincidían en fechas me gustaban mucho… Pero el Señor quería que me fiara y que fuera a Ceuta y a Marruecos, que como Pedro echara las redes, allí estaba esperando y ahora que ya ha pasado, siento que… ¡las redes revientan!
¿Qué te ha marcado del Campo de Trabajo con Inmigrantes en Ceuta?
Ceuta ha sido una experiencia de hermandad muy bonita entre nosotros y con los chicos. De este año destaco sobre todo la humildad de muchos de ellos, las ganas de aprender español, de saber, su gratitud, la necesidad de sentirse amigos, acogidos, queridos, mirados por nosotros… Creo que este año ha sido el que me he sentido más como si estuviera con amigos, sin poner la barrera de sus duras historias entre medias, simplemente disfrutando de estar con ellos, jugar, hablar, reír, sonreír, de hacer manualidades, enseñarles vocabulario… De ellos, cada año me llevo sus ganas de vivir, de luchar, su alegría, pero sobre todo su fe, esa fe con la que ven en toda su historia y su camino a Dios, con la que agradecen todo lo que Dios les ha ayudado y esa fe con la que esperan, esperan su salida, encontrar trabajo, familia…..siempre… ¡Inshala! (¡si Dios quiere!).
¿Qué dirías de lo vivido con los niños bereberes en el Alto Atlas Marroquí?
La experiencia en Tattiouine se ha complementado mucho con la de Ceuta, la acogida de la gente, el ritmo de vida tan distinto en el que dan tanta importancia al estar, a la acogida, al vivir lo que se hace en cada momento…La alegría de los niños, el agradecimiento, su inocencia, su energía…Ver a las hermanas tan entregadas al Señor, a la misión y a la vida de Tattiouine siendo ellas como unas más, viviendo con ellos, como ellos.
¿Destacarías algo?
Toda la experiencia ha sido un auténtico regalazo pero destaco el poder celebrar la Eucaristía en la capillita de la casa de las hermanas, pensar que el Señor estaba ahí presente en medio de las montañas tan pequeño en la custodia y en una capilla tan pequeña. Para mí también ha sido una experiencia de humildad, de sentirme pequeña al no estar en mi cultura, mi fe, el idioma. No poder comunicarte con los demás como te gustaría, no poder expresar con palabras todo lo que sientes….te hace sentir muy pequeñita pero también descubres que es el lenguaje del amor, llevar dentro a Dios, el que mejor se entiende, las miradas, sonrisas, cosquillas, juegos, apretones de manos, saludos, los intentos por hablar alguna palabra en berebere, expresan mucho. Aquí es donde siento que se complementa con lo vivido en Ceuta, ahora era yo la que no entendía el idioma, la que no conocía las costumbres, la que no podía expresar todo lo que quería, la que intentaba aprender alguna palabra, la que era acogida….Esto me ha hecho valorar todavía más a los inmigrantes con los que estuvimos.

¿La Iglesia en Marruecos te ha enseñado algo?
La figura de María, ha tenido mucha importancia durante nuestra experiencia, ha estado muy presente, gracias a ella los musulmanes y cristianos nos unimos, compartimos alguien a quien rezar. Además es María la que inspira el encuentro y el carisma de la Iglesia en estos países como la imagen de la Visitación de María a su prima Isabel. Yo lo entiendo como que, llenos de Jesús y del amor de Dios, para lo que uno tiene que tener a Dios como el primero y nutrirse mucho en la Eucaristía, oración personal y comunitaria, sin esto lo demás es imposible, se acerca al hermano y transmite todo lo que lleva dentro, esa otra persona nota algo especial, ve a Dios en nuestra forma de actuar, de sonreír, de estar, de hablar, y le lleva a preguntarse a cuestionarse. Allí en Marruecos es así porque no se puede evangelizar de otra manera que no sea esa, aquí esto nos puede ayudar a evangelizar también, puede ser la entrada a conversaciones mucho más profundas que lleven a que la otra persona se encuentre con Dios, ¿a quién no le llama la atención alguien que está contento o que sonríe en momentos difíciles? ¿Que trata a los otros  con cariño? ¿Que vive el trabajo o los estudios con alegría? ¿Que ayuda al compañero? ¿Y que transmite un “algo especial”?. Tengo que decir que vivir en este ambiente, aunque pueda parecer extraño, ha afianzado mucho mi fe, el conocer y vivir con otra religión hace que me sienta agradecida por ser cristiana.
¿Puedes decir que el encuentro con nuestros hermanos musulmanes te ha aportado algo?
De primeras, podemos tener la idea de que es imposible hablar de fe o hacer alguna oración con los musulmanes y es cierto que  la bases -lo que para nosotros es lo esencial de nuestra fe (Dios Padre, Jesús-Dios, Hijo de Dios)- no lo compartimos. Sí compartimos con ellos la búsqueda de Dios, el intentar tener a Dios en el centro de la vida. Ahí es donde podemos tener un encuentro con ellos. En Ceuta, este año pudimos visitar la mezquita y la persona que nos la nos la enseñaba, al hablar de su forma de rezar y de cómo sentía a Dios, me llamó mucho la atención porque yo comprendía lo que decía. Pude percibir como ese hombre buscaba y se había encontrado con Dios.
Una imagen que me ayudó mucho a entender esto, fue la que nos explicó el hermano Jean-Pierre Schumacher al hablarnos de su experiencia con los sufís. Nos dijo que imagináramos un tejado a dos aguas y arriba a Dios. Por un lado suben los musulmanes a través de su oración y esfuerzo; por otro, los cristianos siguiendo a Jesús y dándole la mano. Cada uno se acerca a Dios de manera distinta y, según nos vamos acercando a Dios también nos acercamos entre nosotros.

Tomado de la Revista Súper Gesto, número 122, noviembre-diciembre de 2015 páginas 10-13. (Editada por Obras Misionales Pontificias ver www.revistasupergesto.es)

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