Almudena Sánchez Sánchez, es una
joven enfermera de Madrid (tiene 23 años), que vive, alimenta y hace crecer su
fe en la parroquia San Miguel Arcángel
de Carabanchel. Esta parroquia tiene varias actividades con jóvenes,
entre ellas la Comunidad Oracional, rezan laúdes todos los días. Los jóvenes
están comprometidos también con la catequesis y el apoyo escolar para hijos de
inmigrantes. Dentro de sus actividades de evangelización viven el Anuncio en el
verano y algunos fines de semana que salen a la calle y hablan de Dios -u
ofrecen una oración- a los chicos que se encuentran. Por supuesto, no pueden
olvidar la dimensión de la Misión Ad Gentes, es decir el anuncio
de Cristo a aquéllos que aún no le conocen fuera de España. De aquí que Almudena se haya trasladado este
Verano a Ceuta y Marruecos. Almudena lleva 4 años consecutivos viviendo un
Campo de Trabajo de inmigrantes en Ceuta, acompañada por las Franciscanas
Misioneras de María y los Misioneros Javerianos. Este verano ha pasado a formar
parte del equipo de organización del Campo y además ha vivido una preciosa
experiencia en Marruecos: una semana en Tattiouine, en las montañas del Alto
Atlas con los niños bereberes y una semana en el Monasterio de Notre Dame de
l’Atlas en Midelt, con los hermanos cistercienses. Ahí ha conocido a
Jean-Pierre Schumacher, el superviviente de la película “de dioses y hombres”, sobre
de los monjes de Tibhirine.
¿Qué tal te ha ido este
verano?
Este verano ha sido el cuarto año
que he participado de la experiencia del Campo de trabajo con inmigrantes de
Ceuta, tengo que decir que al principio me surgieron muchas dudas sobre si ir o
no: ¿no estaría corriendo el riesgo de agotar y quemar la experiencia? , ¿De verdad
era lo mejor para mí?.... La otra experiencia, la de Marruecos me asustaba un
poco. ¡Era algo completamente nuevo! A esto se añadía que las peregrinaciones
que se iban a hacer en mi parroquia y que coincidían en fechas me gustaban
mucho… Pero el Señor quería que me fiara y que fuera a Ceuta y a Marruecos, que
como Pedro echara las redes, allí estaba esperando y ahora que ya ha pasado,
siento que… ¡las redes revientan!
¿Qué te ha marcado del Campo
de Trabajo con Inmigrantes en Ceuta?
Ceuta ha sido una experiencia de
hermandad muy bonita entre nosotros y con los chicos. De este año destaco sobre
todo la humildad de muchos de ellos, las ganas de aprender español, de saber,
su gratitud, la necesidad de sentirse amigos, acogidos, queridos, mirados por
nosotros… Creo que este año ha sido el que me he sentido más como si estuviera
con amigos, sin poner la barrera de sus duras historias entre medias,
simplemente disfrutando de estar con ellos, jugar, hablar, reír, sonreír, de
hacer manualidades, enseñarles vocabulario… De ellos, cada año me llevo sus
ganas de vivir, de luchar, su alegría, pero sobre todo su fe, esa fe con la que
ven en toda su historia y su camino a Dios, con la que agradecen todo lo que
Dios les ha ayudado y esa fe con la que esperan, esperan su salida, encontrar
trabajo, familia…..siempre… ¡Inshala! (¡si Dios quiere!).
¿Qué dirías de lo vivido con
los niños bereberes en el Alto Atlas Marroquí?
La experiencia en Tattiouine se
ha complementado mucho con la de Ceuta, la acogida de la gente, el ritmo de
vida tan distinto en el que dan tanta importancia al estar, a la acogida, al
vivir lo que se hace en cada momento…La alegría de los niños, el
agradecimiento, su inocencia, su energía…Ver a las hermanas tan entregadas al
Señor, a la misión y a la vida de Tattiouine siendo ellas como unas más,
viviendo con ellos, como ellos.
¿Destacarías algo?
Toda la experiencia ha sido un
auténtico regalazo pero destaco el poder celebrar la Eucaristía en la capillita
de la casa de las hermanas, pensar que el Señor estaba ahí presente en medio de
las montañas tan pequeño en la custodia y en una capilla tan pequeña. Para mí
también ha sido una experiencia de humildad, de sentirme pequeña al no estar en
mi cultura, mi fe, el idioma. No poder comunicarte con los demás como te
gustaría, no poder expresar con palabras todo lo que sientes….te hace sentir
muy pequeñita pero también descubres que es el lenguaje del amor, llevar dentro
a Dios, el que mejor se entiende, las miradas, sonrisas, cosquillas, juegos,
apretones de manos, saludos, los intentos por hablar alguna palabra en berebere, expresan mucho. Aquí es donde siento que se complementa con lo vivido en Ceuta,
ahora era yo la que no entendía el idioma, la que no conocía las costumbres, la
que no podía expresar todo lo que quería, la que intentaba aprender alguna
palabra, la que era acogida….Esto me ha hecho valorar todavía más a los
inmigrantes con los que estuvimos.
¿La Iglesia en Marruecos te ha
enseñado algo?
La figura de María, ha tenido
mucha importancia durante nuestra experiencia, ha estado muy presente, gracias
a ella los musulmanes y cristianos nos unimos, compartimos alguien a quien
rezar. Además es María la que inspira el encuentro y el carisma de la Iglesia
en estos países como la imagen de la Visitación de María a su prima Isabel. Yo
lo entiendo como que, llenos de Jesús y del amor de Dios, para lo que uno tiene
que tener a Dios como el primero y nutrirse mucho en la Eucaristía, oración personal
y comunitaria, sin esto lo demás es imposible, se acerca al hermano y transmite
todo lo que lleva dentro, esa otra persona nota algo especial, ve a Dios en
nuestra forma de actuar, de sonreír, de estar, de hablar, y le lleva a
preguntarse a cuestionarse. Allí en Marruecos es así porque no se puede
evangelizar de otra manera que no sea esa, aquí esto nos puede ayudar a
evangelizar también, puede ser la entrada a conversaciones mucho más profundas
que lleven a que la otra persona se encuentre con Dios, ¿a quién no le llama la
atención alguien que está contento o que sonríe en momentos difíciles? ¿Que
trata a los otros con cariño? ¿Que vive
el trabajo o los estudios con alegría? ¿Que ayuda al compañero? ¿Y que
transmite un “algo especial”?. Tengo que decir que vivir en este ambiente,
aunque pueda parecer extraño, ha afianzado mucho mi fe, el conocer y vivir con
otra religión hace que me sienta agradecida por ser cristiana.
¿Puedes decir que el encuentro
con nuestros hermanos musulmanes te ha aportado algo?
De primeras, podemos tener la
idea de que es imposible hablar de fe o hacer alguna oración con los musulmanes
y es cierto que la bases -lo que para
nosotros es lo esencial de nuestra fe (Dios Padre, Jesús-Dios, Hijo de Dios)-
no lo compartimos. Sí compartimos con ellos la búsqueda de Dios, el intentar tener a Dios en el centro de la vida. Ahí es donde podemos tener un encuentro
con ellos. En Ceuta, este año pudimos visitar la mezquita y la persona que nos
la nos la enseñaba, al hablar de su forma de rezar y de cómo sentía a Dios, me
llamó mucho la atención porque yo comprendía lo que decía. Pude percibir como
ese hombre buscaba y se había encontrado con Dios.
Una imagen que me ayudó mucho a
entender esto, fue la que nos explicó el hermano Jean-Pierre Schumacher al
hablarnos de su experiencia con los sufís. Nos dijo que imagináramos un tejado
a dos aguas y arriba a Dios. Por un lado suben los musulmanes a través de su
oración y esfuerzo; por otro, los cristianos siguiendo a Jesús y dándole la
mano. Cada uno se acerca a Dios de manera distinta y, según nos vamos acercando
a Dios también nos acercamos entre nosotros.
Tomado de la Revista Súper Gesto,
número 122, noviembre-diciembre de 2015 páginas 10-13. (Editada por Obras
Misionales Pontificias ver www.revistasupergesto.es)
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