27/8/13

dejarme “acariciar” por Dios y ver el dulce rostro de Jesús a través mis hermanos inmigrantes


¡Hola! Me llamo Elvira. Este verano he asistido a una experiencia misionera (la segunda para mí) en Ceuta, en un campo de trabajo con inmigrantes. Me gustaría compartiros lo que me ha llevado a realizarla y lo que allí me he encontrado y recibido, y que ahora deseo transmitir. 

Lo primero de todo, agradecer a Dios esta oportunidad. Agradecerle el haberme acariciado, llamado a través de esta realidad que es la inmigración. Agradecerle haberme dejado ver el dulce rostro de Jesús a través de todas estas personas y también a través de todos aquellos que instante tras instante, día tras día, semana tras semana,…los acogen.


Mi motivación de realizar una experiencia misionera…Vivimos en un tiempo, en un mundo, lleno de incoherencias. Mientras algunos pasan hambre por necesidad, otros necesitan, quieren pasar hambre por temas de belleza. Mientras en algunos países, los jóvenes quieren estudiar, en otros, algunos solamente piensan en cómo hacer para no estudiar. Mientras algunos países por un lado hablan de justicia, solidaridad, y “valores”, por otro, van oprimiendo a los más débiles con un comercio injusto, insolidario y carente de los más mínimos valores de moralidad. Mientras,… con todo esto me pregunto: Yo, que soy cristiana, ¿qué hago al respecto? ¿Cómo me “como” esto? ¡Ni “fagocitándolo” siquiera! Es que se me hace un “nudo” en la garganta. 


Vivimos acostumbrados a la indiferencia, a la muerte. Hay veces que nos alarmamos con cifras de fallecidos en algún accidente aéreo, de tráfico, etc. Mas no caemos en la cuenta de todas aquellas personas que a cada minuto mueren en el mundo a causa de la opresión y/o cualquiera de las “caras” de la injusticia… Pues bien, ahora más que nunca es momento de alzar nuestras voces a favor de la justicia, del amor, de la esperanza. De vivir a la luz del Evangelio, testimoniando nuestro mensaje de amor  y esperanza. Muchos decíamos, dicen, dirán, que no es necesario irse lejos de casa. Que la Misión, testimoniar a Cristo, también se puede hacer desde casa, el trabajo, pues alrededor tenemos también a personas, hermanos nuestros. Es verdad que siempre tenemos personas cercanas con las que compartir, enriquecernos espiritualmente, anunciar a Cristo, mas… ¿qué hubiera sucedido si los primeros discípulos de Cristo no hubieran sido sus testigos fuera de sus hogares, a kilómetros y kilómetros de distancia?...Hoy sigue habiendo muchas personas que aún no conocen a Cristo o que se han apartado de su camino, y a las que hay que anunciarles el Evangelio. Por otro lado, es necesario apartarse de muchas “cadenas” que nos tienen sujetos en nuestra cárcel del ego, y para ello hay que desprenderse de todo y salir, salir fuera acompañados únicamente por lo único (valga la redundancia) necesario, que es el Amor de Dios. 

Bonito ha sido dejarme “acariciar” por Dios y ver el dulce rostro de Jesús a través de esta realidad que es la inmigración. Y por supuesto, ser también su humilde sierva, llevando su mensaje de amor, esperanza y acogiendo a la vez que hemos sido acogidos. Muchas han sido las historias compartidas, historias con nombres y apellidos. Historias llenas de sufrimiento, pero a la vez de esperanza. Historias que existen porque existe la injusticia. Historias que llaman a actuar, a no quedarse indiferentes mientras recorremos el camino de la vida, porque el caminar de esas vidas son pasos que nos acompañan, son caminos que confluyen con los nuestros. En mi vida siento como ni mi caminar más pesado es comparable a estas largas travesías realizadas, como ni mi palpitar más rápido es comparable al palpitar de algunos de estos mis hermanos en algún momento de agonía, angustia, miedo, desesperanza,… y cómo cuando en algunos momentos creo exhalar mi último aliento (que en realidad no lo es), otros acaban de hacerlo ya para siempre.

Mi actividad en este campo de trabajo se ha centrado en el Centro San Antonio (dependiente de la diócesis).Otros compañeros han estado en el CETI(Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes).Estos jóvenes, hermanos nuestros, partieron de sus hogares en busca de… ¿algo mejor quizás? Algunos llegaron, pero otros, en el camino para siempre quedaron. Nuestra misión allí, la Misión, ha sido testimoniar a Cristo  mediante la esperanza, el amor, el acogimiento, compartiendo unos días nuestras vidas con las de ellos. También hemos compartido con los que los acogen durante todo el año. Son muchos los centros que ya están sin presupuesto económico, pero que gracias a la generosidad, empeño, coraje, ilusión de voluntarios, continúan realizando su labor. También hemos conocido cómo en Ceuta conviven en armonía cuatro comunidades: católica, judía, musulmana  e hindú. Bonito cómo la patrona de Ceuta, la Virgen de África es venerada por todos.

En conclusión: me fui porque siento que Dios me llama a testimoniarlo, viviendo a la luz del Evangelio, llevando su mensaje de amor y esperanza a todos los confines de la tierra. Y para ello es necesario que me libere de las cadenas que me “anclan” a mi mundo, a mi ego (la comodidad, el consumismo, mis miedos,…) Siento que hay Algo que clama en mi interior, que ahora más que nunca es necesario actuar frente a tanta injusticia, tanta incoherencia. Ha sido mucho lo compartido, lo transmitido y lo recibido. Gracias de nuevo a Dios por haberme “acariciado” de este modo y por haber cuidado con tanto amor y esperanza a los míos mientras yo, físicamente, no estaba.


María Elvira González Moreno.

Parroquia Santa María la Mayor de Baena, Córdoba.

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