¡Hola! Me llamo Elvira. Este verano he asistido a una
experiencia misionera (la segunda para mí) en Ceuta, en un campo de trabajo
con inmigrantes. Me gustaría compartiros lo que me ha llevado a
realizarla y lo que allí me he encontrado y recibido, y que ahora deseo
transmitir.
Lo primero de todo, agradecer a Dios esta
oportunidad. Agradecerle el haberme acariciado, llamado a través de esta
realidad que es la inmigración. Agradecerle haberme dejado ver el dulce rostro
de Jesús a través de todas estas personas y también a través de todos aquellos
que instante tras instante, día tras día, semana tras semana,…los acogen.
Mi motivación de realizar una experiencia
misionera…Vivimos en un tiempo, en un mundo, lleno de incoherencias. Mientras
algunos pasan hambre por necesidad, otros necesitan, quieren pasar hambre por
temas de belleza. Mientras en algunos países, los jóvenes quieren estudiar, en
otros, algunos solamente piensan en cómo hacer para no estudiar. Mientras
algunos países por un lado hablan de justicia, solidaridad, y “valores”, por
otro, van oprimiendo a los más débiles con un comercio injusto, insolidario y
carente de los más mínimos valores de moralidad. Mientras,… con todo esto me
pregunto: Yo, que soy cristiana, ¿qué hago al respecto? ¿Cómo me “como” esto? ¡Ni
“fagocitándolo” siquiera! Es que se me hace un “nudo” en la garganta.
Vivimos acostumbrados a la indiferencia, a la
muerte. Hay veces que nos alarmamos con cifras de fallecidos en algún accidente
aéreo, de tráfico, etc. Mas no caemos en la cuenta de todas aquellas personas
que a cada minuto mueren en el mundo a causa de la opresión y/o cualquiera de
las “caras” de la injusticia… Pues bien, ahora más que nunca es momento de
alzar nuestras voces a favor de la justicia, del amor, de la esperanza. De
vivir a la luz del Evangelio, testimoniando nuestro mensaje de amor y esperanza. Muchos decíamos, dicen, dirán, que
no es necesario irse lejos de casa. Que la Misión , testimoniar a
Cristo, también se puede hacer desde casa, el trabajo, pues alrededor tenemos
también a personas, hermanos nuestros. Es verdad que siempre tenemos personas
cercanas con las que compartir, enriquecernos espiritualmente, anunciar a
Cristo, mas… ¿qué hubiera sucedido si los primeros discípulos de Cristo no hubieran
sido sus testigos fuera de sus hogares, a kilómetros y kilómetros de distancia?...Hoy
sigue habiendo muchas personas que aún no conocen a Cristo o que se han
apartado de su camino, y a las que hay que anunciarles el Evangelio. Por otro
lado, es necesario apartarse de muchas “cadenas” que nos tienen sujetos en
nuestra cárcel del ego, y para ello hay que desprenderse de todo y salir, salir
fuera acompañados únicamente por lo único (valga la redundancia)
necesario, que es el Amor de Dios.
Bonito ha sido dejarme “acariciar” por Dios y
ver el dulce rostro de Jesús a través de esta realidad que es la inmigración. Y por supuesto, ser también su
humilde sierva, llevando su mensaje de amor, esperanza y acogiendo a la vez que
hemos sido acogidos. Muchas han sido las historias compartidas, historias con
nombres y apellidos. Historias llenas de sufrimiento, pero a la vez de
esperanza. Historias que existen porque existe la injusticia. Historias que
llaman a actuar, a no quedarse indiferentes mientras recorremos el camino de la
vida, porque el caminar de esas vidas son pasos que nos acompañan, son caminos
que confluyen con los nuestros. En mi vida siento como ni mi caminar más pesado
es comparable a estas largas travesías realizadas, como ni mi palpitar más
rápido es comparable al palpitar de algunos de estos mis hermanos en algún momento
de agonía, angustia, miedo, desesperanza,… y cómo cuando en algunos momentos
creo exhalar mi último aliento (que en realidad no lo es), otros acaban de
hacerlo ya para siempre.
Mi actividad en este campo de trabajo se ha
centrado en el Centro San Antonio (dependiente de la diócesis).Otros compañeros
han estado en el CETI(Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes).Estos
jóvenes, hermanos nuestros, partieron de sus hogares en busca de… ¿algo mejor
quizás? Algunos llegaron, pero otros, en el camino para siempre quedaron. Nuestra
misión allí, la Misión ,
ha sido testimoniar a Cristo mediante la
esperanza, el amor, el acogimiento, compartiendo unos días nuestras vidas con
las de ellos. También hemos compartido con los que los acogen durante
todo el año. Son muchos los centros que ya están sin presupuesto económico, pero
que gracias a la generosidad, empeño, coraje, ilusión de voluntarios, continúan
realizando su labor. También hemos conocido cómo en Ceuta
conviven en armonía cuatro comunidades: católica, judía, musulmana e hindú. Bonito cómo la patrona de
Ceuta, la Virgen de África es venerada por todos.
En conclusión: me fui porque siento que Dios me
llama a testimoniarlo, viviendo a la luz del Evangelio, llevando su mensaje de
amor y esperanza a todos los confines de la tierra. Y para ello es
necesario que me libere de las cadenas que me “anclan” a mi mundo, a mi ego (la
comodidad, el consumismo, mis miedos,…) Siento que hay Algo que clama en mi
interior, que ahora más que nunca es necesario actuar frente a tanta
injusticia, tanta incoherencia. Ha sido mucho lo compartido, lo transmitido y
lo recibido. Gracias de nuevo a Dios por haberme “acariciado” de este modo y
por haber cuidado con tanto amor y esperanza a los míos mientras yo, físicamente,
no estaba.
María Elvira González Moreno.
Parroquia Santa María la Mayor de Baena,
Córdoba.
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